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Senderistas admiradores de la vida....

2. ACTA DE LA CAMINATA A GÜIGÜÍ (¿GUYGUY?) DEL PASADO 26 DE MAYO DE 2001.

ACTA DE LA CAMINATA A GÜIGÜÍ (¿GUYGUY?) DEL PASADO 26 DE MAYO DE 2001.

7:00     Se personan en la parada de guaguas sita en la Plaza de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria, y en número de individuos: 10, parte del contingente de masoquistas dispuestos a pasar un día de sábado (que para cualquier persona razonable transcurre tranquilamente en casa o en la playa más próxima) machacándose las piernas en arduo pateo.

            A la misma hora es de suponer que otro contingente similar, en número de personas: 9, parte desde la nunca bien ponderada isla de enfrente en paquebote de dos quillas que los conducirá al encuentro con el primer contingente.

7:30     Se sale desde la capital en número de automóviles: 3, camino de la Ciudad de los Caballeros, nombre que no presupone la condición de tales de sus habitantes, al menos de uno de ellos, como quedará patente hacia el final de esta acta. Son los conductores: el especialista en lenguas fenecidas, el ínclito secretario y el feliz durmiente (este último epíteto queda aclarado más adelante).

7:50     Se llega a la anteriormente mentada Ciudad de los Caballeros, donde espera uno de sus vecinos: el matemático disciplinario, y se procede al desayuno, compra de viandas y provisiones, y lectura de la prensa diaria.

8:10     Con la panza llena, el corazón contento y el ánimo ligero, se consuma el traslado hacia el cercano Puerto de las Nieves, sito en la Villa de Agaete, donde, con emoción contenida, se produce el encuentro con el contingente de la nunca bien ponderada isla de enfrente.

8:40     El sustituto pide que se haga constar en acta que en uno de los botellines de agua que, en número de dos, ha comprado en un establecimiento, se encuentra en su etiqueta una fotografía del afamado Equipo de Dominó de Aguas “Roque Nublo” (para que luego digan que el empresariado canario no apoya a nuestros atletas).

8:50   Se procede a esperar a un lugareño que viene a recoger unas viandas y un garrafón de vino enviados por un amable habitante de la nunca bien ponderada isla de enfrente (a partir de ahora: n. b. p. i. d. e.) que le había llamado a las dos de la madrugada, en evidente estado etílico, para comunicarle el susodicho envío. En evidente estado de mal humor llega el lugareño, recoge el envío, da las gracias y se va.

9:10     Sin más el grupo es trasladado mediante los tres vehículos  rumbo al Andén Verde con meta y fin de viaje en la denominada “Aldea de San Nicolás de Tolentino” (¿qué significa Tolentino?)

9:40     En llegando a la susodicha Aldea de etc., el sustituto comenta, como de pasada, que tiene un mareo cosa fina, viéndose al instante refrendado por otros tres pasajeros del mismo vehículo, conducido por el experto en lenguas fenecidas, que tal vez por rubor no se atrevían a confesar su condición (de mareados).

9:50     Arribada al punto de partida, estiramiento de piernas y toma de aire fresco para evitar el patético espectáculo de una devolución involuntaria de papilla alimenticia (quimo o vomitona).

Se produce la primera (y única) baja. Se trata de un miembro del equipo de la n. b. p. i. d. e., que alega sentirse mal.

Salida en expedición del ínclito secretario, el experto en lenguas fenecidas y el matemático disciplinario para confirmar la futura recogida en embarcación en el lugar llamado “Playa Chica de Güigüí” (no confundir con el lugar denominado “Playa Grande de Güigüí”, situada más al norte, y más inaccesible que la anterior. Y más grande).

10:30   Confirmado el último punto se procede, por fin, al comienzo de la excursión pedestre ascendiendo por la zona denominada “Cuermeja” que, como su curioso nombre indica, consiste en un barranco ahíto de cuevas sitas en vertientes de color rojizo.

10:50 Se producen las primeras escapadas, destacándose en primer lugar, y en virtud de su condición de inquietos adolescentes, el hijo del feliz durmiente y el del experto en lenguas fenecidas (a partir de ahora: los dos mozalbetes). Les siguen la enfermera andarina y el mencionado experto en lenguas fenecidas que, por motivos desconocidos o por una interpretación tal vez demasiado literal de la brevedad de la línea recta, se empeña en no seguir la senda y subir en caprino campo a través.

            El ínclito secretario cierra el grupo a considerable distancia, probablemente no por nada, sino porque encuentra una mayor satisfacción en la observación detenida del paisaje. También hay que decir en su favor que debe arrostrar (que no arrastrar) una mayor masa corporal.

11:00   Se hace constar que al sustituto le llama la atención un adminículo que transporta el que parece jefe del contingente venido de la n. b. p. i. d. e., y que a continuación se describe: trátase de un tubo flexible y transparente, uno de cuyos extremos encaja en uno de los tirantes de la mochila, a la altura del hombro, y el otro se pierde en las profundidades de ésta (la mochila), yendo a parar, presumiblemente, a un depósito con agua y/o líquido refrescante. En virtud del principio de los vasos comunicantes, se detecta la presencia de líquido en el interior del tubo, que permite saciar la sed sin la tabarra que supone parar, abrir la mochila, sacar la cantimplora, abrirla, beber a morro, cerrarla, etc.

El sustituto piensa que tal idea podría interesar a los fabricantes de sondas urinarias, que podrían diversificar así su oferta.

Se aprovecha la ocasión para hacer un llamamiento a las enfermeras de los hospitales para que pongan especial atención a la hora de situar adecuadamente las bolsas de las sondas, que a veces se dejan descuidadamente en el suelo donde un pisotón fatal podría suponer funestas y, seguramente, desagradables consecuencias para el portador de la sonda.

11:30   Entre líquenes, brumas, resoplidos, denuestos y uffes se culmina la ascensión. El camino, que hasta aquí ha transcurrido entre una razonable vegetación, a la sombra y frescor proporcionadas por unas nubes volanderas, y en una sana pendiente ascendente que ha contribuido a tonificar nuestros corazones y piernas; se transforma y desaparecen plantas, nubes, sombras, frescores y ascensiones (todo de golpe y sin previo aviso). Entre el calor desprendido por las piedras, el sofoco del sol que raja las ídem y el rompepiernas descendente en que se ha convertido la ruta, comienza la segunda parte de la excursión y, por ende, de esta acta.

12:00   Tras la parada de rigor y pasados los altos de un primer barranco, de exuberantes tonos rojizos, nos vamos acercando a nuestro objetivo y desembocamos encima del barranco de Güigüí Chico, que termina en la playa de Güigüí Grande (no confundir con el barranco de Güigüí Grande, que desemboca en la playa de Güigüí Chica). Tras asimilar tan rocambolesca toponimia, nos sentamos bajo un voladizo rocoso para reponer fuerzas.

12:01 Se hace constar que parte del contingente, a saber: los dos mozalbetes, la enfermera andarina, la compañera del feliz durmiente y el experto en lenguas fenecidas, deciden tirar por el camino más corto (pero más pronunciado y escabroso) del barranco de Güigüí Chico, por lo que, hasta las 16:15, desaparecen de nuestra vista y de esta acta.

12:05   El resto de los componentes opta por nutrirse con las sabrosas viandas típicas de los descansos momentáneos: una extensa variedad de frutos secos y agua. El sustituto decide que la vida es corta y el futuro incierto y se jinca tremendo bocadillo tortilla (que le irá repitiendo a lo largo del resto del camino).

12:50   Entre curiosas formaciones lávicas y cardones gigantescos, nos asomamos a las estribaciones del Barranco de Güigüí Grande.

13:00 El contingente se enfrenta a una travesía de moderada dificultad, consistente en un paso rocoso de gran pendiente y de apoyos precarios. Se comunica a los que padecen de vértigo que pueden tomar una ruta alternativa que baja un tramo para después volver a subir. Con la calufa que hace, los del vértigo dicen que tararí que te vi, y que ellos pasan de bajar para después subir, atravesando, con una presencia de ánimo sorprendente, tan dificultoso trance. Se hace constar que el vértigo, como tantas otras circunstancias de la vida, no escapa a la relatividad de los matices y las situaciones.

14:00   Tras variopintas peripecias se arriba a una hacienda pequeña, pero coqueta, sita en el fondo del barranco y regida por el amable Miguel. El matemático disciplinario se refresca el cráneo en un estanque que haría las delicias de un estudioso del fitoplancton y los protozoos.

Charla con el amable Miguel, que nos ofrece agua fresca, y breve descanso entre los sonidos relajantes emitidos por el ganado caprino, caballar, burral, mular y perrino (si tal adjetivo es admisible) que habita el lugar.

14:30 De nuevo en marcha y se comprueba, no sin cierta preocupación, que el camino atraviesa un cercado habitado por habitantes: 2, a saber: una yegua y su presunto potro. El contingente duda en interpretar la mirada de la yegua como amistosa invitación o cerril amenaza (no se encuentra presente ningún experto en psicología animal). Finalmente, no sin amables susurros dirigidos a la bestia ni la presencia de un ligero acojonamiento, se logra atravesar el cercado.

14:40 Se procede a atravesar un tupido cañaveral, cuyo único paso practicable consiste en un túnel entre las cañas de apenas medio metro de alto y unos diez metros de largo, que el matemático disciplinario denomina “el túnel del tigre”.

Con la firme esperanza de que en el suelo del susodicho túnel no se encuentren las deposiciones ni del tigre ni de cualquier otro bicho, el contingente se arrastra, entre maldiciones y risas, y supera el obstáculo.

Se hace constar que existe otro camino alternativo, sin duda más cómodo y civilizado, pero seguramente menos emocionante.

14:50   El matemático disciplinario hace constar que a una de sus botas, que en número de dos constituyen su único calzado, se le ha despegado la suela. Con ingenio e improvisación procede al arreglo chapucero del descalabro atando la suela con un cordón proporcionado amablemente por el feliz durmiente.

El sustituto pide que conste en acta que, probablemente, el remedio no resistirá mucho tiempo.

14:53   Confirmando el párrafo anterior, la suela se suelta, ya sin remedio, y el matemático disciplinario decide seguir sin ésta. Todos hacen votos para que el forro interior de la bota resista hasta el final.

15:20 Calor.

15:30 Más calor.

16:15 Extenuado y sofocado, el contingente llega a la Playa de Güigüí Chica culminando con éxito la parte pedestre de la excursión y dando comienzo a la parte acuática.

Se hace constar que en la playa se encuentra, desde hace un rato, el equipo disidente, que recibe al resto con plácemes y parabienes.

16:17   El contingente procede a darse un chapuzón y posterior baño en las frescas y limpias aguas atlánticas. Todos menos el feliz durmiente, que procede a echarse una merecida siesta renunciando, bajo la mirada incrédula del resto, a darse un remojón.

16:30   Avituallamiento a base de bocadillos de tortilla (menos el sustituto que ya devoró el suyo), frutas, etc.

16:45 Segundo chapuzón y relajamiento, en la playa, del personal. La visión del ínclito secretario y el matemático disciplinario tendidos cuan largos son en la arena, le trae a la memoria al sustituto los afamados documentales sobre pinnípedos que emite de vez en cuando la segunda cadena.

Por seguir con el símil zoológico, el experto en lenguas fenecidas procede, cual pardela,  a trepar por el acantilado y refugiarse en una pequeña cueva que, a modo de hornacina, se encuentra a una altura de unos tres metros sobre la playa y que le protege de los inmisericordes rayos solares.

16:55 Se acerca la hora prevista para el arribo de la embarcación de rescate (las 17:00 horas), y van surgiendo comentarios del tenor de: “Mira que si no ...”, “Espero que no ocurra lo de ...”, “No creo que...”

17:00 La hora “H”. Todos los miembros del contingente observan con fingida indiferencia la punta norte, por donde debería hacer su aparición el equipo de rescate, pero lo único que se divisa es un fumeque o marejadilla harto sospechosa.

17:10   El sustituto comenta que, al fin y al cabo, la ventaja de salir andando y no por mar es que en Tasartico se comen unas albacoras que quitan el hipo. Comentario que no convence ni al propio sustituto.

17:15 El experto en lenguas fenecidas comienza a buscar a lo largo de la playa un lugar óptimo para realizar una llamada telefónica al encargado de la embarcación, cosa que no consigue.

17:20   Risas nerviosas.

17:25   Rictus tensos.

17:30   Para alivio del personal, hace su aparición el equipo de rescate por la punta norte. Distensión y risas.

17:40 Llegada del equipo de rescate, consistente en un barco de pesca con cabina en la proa y una chalana de desembarco que se arrima a la playa con el objeto de realizar lo contrario: un embarco.

17:45   El oleaje dificulta la operación y se masca la tragedia cuando la chalana se le viene encima al ínclito secretario. No pasa de un susto y se procede al embarque siguiendo la tradición marinera: las mujeres, los niños y las mochilas primero. El resto esperamos al segundo viaje.

17:50 La chalana regresa y el tímido comentario del sustituto sobre la conveniencia de formar dos grupos, queda ahogado por la firme decisión del resto del contingente, y del sustituto mismo, de abordar la embarcación sin más preámbulos. Entre risas, con un número de pasajeros que recuerda los más nefastos naufragios y el fondo de la chalana con un palmo de agua, situación sin duda poco prudente, se procede, mal que bien, al traslado.

17:55  Se procede al achique de la chalana.

18:00   El sustituto hace constar que, al subir a la embarcación mayor, percibe que la mayoría del contingente ha optado por sentarse cerca de la popa, si no en la popa misma, con el objeto de observar mejor el paisaje y recibir de cara el aire fresco y tonificante del mar.

El sustituto, recordando otras aventuras marineras de su pasado y visto el fumeque y la brisa reinantes, opta por sentarse de espaldas a la cabina y disfrutar del paisaje a toro pasado.

18:30 Tras una travesía regada con espumarajos de agua salada que se ensañan con el personal de popa y de la banda de estribor, se atraca en el puerto de San Nicolás.

19:00   Se procede a la entrada tumultuosa en el Bar Severo, sito en el citado puerto de San Nicolás. Coca Colas para los mozalbetes y cervezas para los demás (excepto un excéntrico que pide vino blanco). Queso y papas.

19:30   El experto en lenguas fenecidas se ofrece para trasladar al Puerto de las Nieves, de Agaete, al grupo de la n. b. p. i. d. e., con el objeto de que puedan coger la embarcación de retorno.

19:32   Emocionadas despedidas y promesas de proyectos futuros. Se comunica al experto en lenguas fenecidas que el resto saldrá en breves minutos también hacia el mencionado puerto de las Nieves, donde se procederá a un avituallamiento.

19:35   Tal promesa se empieza a diluir en el olvido cuando de la cocina del arriba mencionado Bar Severo, sale una bandeja de brecas acompañadas de papas y mojo. Se piden más cervezas y vino para acompañar.

Se hace constar que, ya puestos, no estaría de más poner a enfriar una de las botellas de vino tinto que trajo el equipo de la n. b. p. i. d. e.

20:10 Mientras se enfría el vino se solicita una segunda bandeja de brecas, para ir haciendo tiempo y boca. También más papas.

20:40   Visto que la segunda bandeja pasó a mejor vida, se solicita una tercera, ésta ya sí, acompañada por el mentado vino chicharrero, que tras una detenida cata se llega a la conclusión de que “¡está bueno, carajo!”.

21:20   Para finiquitar la cuchipanda en condiciones se solicitan helados, café, copa y puros.

21:40   Pensando que tal vez el experto en lenguas fenecidas esté esperando con un mosqueo fino y sospechando que le pegaron la negra, se parte sin demora hacia el Puerto de las Nieves, en Agaete, con el ánimo reconfortado.

21:30   El sustituto viaja en el asiento delantero del vehículo perteneciente al ínclito secretario, mientras en la parte trasera, cual sardinas en lata, van el matemático disciplinario, la enfermera andarina, el fumador de puros y su señora. Todos los ocupantes bailan al son de un merengazo que suena a toda caña por los altavoces del mencionado vehículo.

22:00 Se hace constar que, en la última parte del trayecto, el matemático disciplinario procede a impartir una lección de Habla Canaria a los pasajeros de origen peninsular. Intento que, dado el grado de alcoholemia del arriba mencionado, provoca el jolgorio del personal.

22:10   Llegada al Puerto de las Nieves y comprobación de que el experto en lenguas fenecidas observa desde el interior del restaurante denominado “El Cápita”, con cara de pocos amigos.

22:11   Se procede a expresar las excusas pertinentes y, comprobado el hecho de que el experto en lenguas fenecidas todavía no ha cenado, se decide acompañarle mientras ingiere unos longorones.

22:25   Lejos de limitarse a acompañar, el resto del contingente se lanza con entusiasmo sobre el plato de longorones, con acompañamiento de cerveza, vino y bebidas espirituosas. Se solicita un segundo plato de longorones, uno de calamares y unas vueltas de carne. ¡A tomar por saco el colesterol, los triglicéridos y el ácido úrico!

23:20   Con espíritu relajado, se prosigue ruta hacia la Ciudad de los Caballeros mientras el matemático disciplinario, en tesitura similar a la más arriba mencionada, prosigue con su lección de Habla Canaria.

23:28 El matemático disciplinario pide que conste en acta que está hasta los cojones (sic) de las dos godas estas que no atienden a sus explicaciones, lo que provoca la hilaridad del resto del pasaje.

23:34 Llegada a la Ciudad de los ¿Caballeros?, donde desembarca el matemático disciplinario, provocando una cola de conductores irritados mientras coge el equipaje y botellas de vino en número de dos.

00:06   Sin más incidentes se arriba a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, dando por terminada la excursión, la jornada y, en consecuencia, la presente acta.

            En Las Palmas de Gran Canaria, a 26 de Mayo de 2001.

Seguro por un día